Pecado (microrelato)


 "Duele y te hacen llorar esos recuerdos malditos que no se borran, que regresan una y otra vez a tu mente y te atormentan y te hieren y no se mueren..."

Escribía Ana en su diario mientras caía la lluvia a cántaros. Había cometido un "pecado" le gritaba su madre con insistencia. Ella solo sentía que el corazón le ardía y que se había sentido en el paraíso entre sus brazos. Pero su inocencia y su costumbre la llevaron al confesionario. Ella pensó que su secreto estaría guardado en oídos santos, jamás imagino que su madre se enteraría.
Su castigo... Ingresar en el convento, en contra de su voluntad para no manchar la imagen de la familia. Debía ser obediente y rezar el resto de sus días por ese "pecado" que no entendía.
Si Dios gritaba a los cuatro vientos que había que "amar al prójimo", ¿por qué la señalaban tanto?...
Ella solo amó con locura, con pasión, con ilusión.
No dejaba de derramar lágrimas en aquella pequeña celda donde tendría que ahogar su pasado con la Biblia y el rosario en la mano.
Cansada de llorar, escribió las últimas frases en su diario:
" Miguel, mi Miguel, bello como el Arcángel...quiero estar a tu lado, no soportaría ésta celda tan fría, éste convento tan silencio, éste encierro tan tortuoso. Vi cómo el sirviente de mi padre te disparó, tuve que morder mi pañuelo para no gritar; lo que mi padre no sabía, es que en ese instante, también mataba mi alma. Morí contigo, ya no tengo alma, ya no soy nada...ya no soy nadie.
Tiró el diario al fuego, esperó que se consumiera y en aquella celda junto al crucifijo que la observaba, se tomó el frasquito de veneno, se acostó en su cama y suspiró por última vez.
(Por todas aquellas que fueron encerradas en un convento sin su consentimiento)

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