Amor de Estudiantes (memorias)


 Recordar es volver a vivir dicen, yo me quedé trabada en los 80's y 90's.

No todas las épocas han sido iguales, "obvio" diría el cuate de la película El Hoyo.
Me pidieron que hablara de los amores de adolescencia y me remonto para empezar la historia cuando tenía 11 años de edad. Eran las vacaciones de 5to. Primaria y mi papá, quién siempre ha sido entusiasta en pertenecer a asociaciones, estaba liderando una de "actores" de cine y teatro. Y como siempre ha habido un salón de usos múltiples en mi casa, dispuso organizar con sus colegas un curso de vacaciones para jóvenes y adultos de «cine y actuación».
Recuerdo que llegaron varias personas y como yo andaba de "shute" pues participaba en algunas de las clases, actuación, expresión corporal, voz y dicción, iluminación y todo eso.
Un día llegó un chavito chulín, de esos que no miraba en la escuela donde estudiaba y la verdad he de confesar: ¡me encantaron sus ojos negros profundos y su sonrisa!
Nos volvimos amigos y platicábamos un montón, el tenía un año más que yo de edad. No recuerdo muchos detalles pero casi terminando el curso me dijo: ¿Querés ser mi novia?.. ¡Vamos, yo todavía jugaba trastecitos y miraba caricaturas!...le dije que «no» aunque su presencia me hacía sentir especial. El curso terminó, en mi casa no teníamos teléfono imagino que él tampoco y me resigné a no volverlo a ver. El siguiente año pasó muy rápido y ya de 12 años habiendo terminado sexto, me inscribieron en un colegio para empezar mis básicos y empezó mi calvario.
Calvario que reservaré para otra narración. Ese año me enamoré por primera vez de un chico de tercero básico, pero solo de vista porque nunca cruzamos conversación. Disfrutaba verlo en los recreos y los días que íbamos a educación física al Campo Marte. Sufrí mucho. Al terminar ese año tuve suerte que él se cambió de colegio y no lo volví a ver.
En las vacaciones de ese año cuál sería mi sorpresa que un día tocaron a la puerta de mi casa. Casi me caigo de la emoción de ver aquellos ojos negros y esa sonrisa que me costó mucho olvidar. Mi amigo del «curso» estaba allí. La adolescencia le había sentado muy bien y yo, no se ni cómo reaccioné. Pasamos todo el día en la casa hasta que ya entrada la tarde se tuvo que despedir, no sin antes volverme a preguntar ¿querés ser mi novia?... Y si ésta historia hubiera sido una película de adolescentes me hubiera lanzado a sus brazos y por fin habría experimentado mi «primer beso», pero ¡vamos! No era una película y estaba bien «adiestrada a la antiguita» y respondí: «lo voy a pensar» con la promesa que regresaría al domingo siguiente no dormí en toda la semana. Ese domingo en el que le contestaría que «sí», jamás llegó y no lo volví a ver hasta hace unos años con la magia del internet nos volvimos a encontrar, pero esa...es otra historia. ¡Regresemos!..
En fin, empezó el siguiente año escolar y ya todos adolescentes no era posible que yo siguiera sin «tener novio» me decían mis amigas insistentemente.
Uno de mis compañeros de aula se empezó a sentar a la par mía, era uno de los más aplicados de la clase, tenía los ojos color miel y tenía una hermosa letra. Nos pasábamos papelitos románticos, compartíamos la refacción y nos tomábamos de la mano. Era lindo sentir «esas cosquillas» en el estómago por un rato... hasta que el último día de clases a la hora del recreo la pregunta: ¿Querés ser mi novia?, y recordando la experiencia anterior le dije que sí de una vez.
A la salida todos estábamos platicando frente al colegio y tomados de la mano las amigas empezaron a molestar con el famoso coro ¡beso... beso! Ambos chiviados nos dimos un «piquito nomás». Luego me acompañó a mi casa y le dije que mejor me dejara en la esquina pues mi papá me había infundado mucho miedo de «tener novio». Pasaron los días y mi mamá convenció a mi papá que me dejara tener novio y la condición fue que él tenía que llegar a la casa. Ambos de 14 años y llegó el día del «beso francés» para lo cual no quedé muy convencida y la próxima vez que llegó, ya no le abrí la puerta. Al parecer yo todavía era muy «niña» para esas cosas y no me sentí cómoda.
Ya en 3ro básico no nos hablamos y tuve otros amigos cuando del aula de bachillerato me empezaron a pasar «papelitos» algo románticos. Éste niño me gustaba, era delgado, no tan alto, también de ojos color miel y tenía espinillas en la cara, propias de la edad, quizás tendría 16 o 17 años no se, yo todavía seguía con 14 años.
Justo el día de la «celebración» del día del cariño en el patio de atrás del colegio, ya después de haber bailado y tomado gaseosas, estábamos tomados de la mano y se me acercó al oído y me preguntó si quería ser su novia. Pero mi timidez de ese entonces y mi razonamiento dijo un rotundo «no», aunque quizás esas mariposas en el estómago gritaban al unísono «si, dile que si». Ese fue el fin de nuestra amistad, el ya no quiso dar más tiempo e insistir...el resto del año nos mirábamos en el recreo pero ya no me habló, excepto el día de la «excursion» que narré en otra historia. Pero de ese día ya nada.
Terminó el año y me cambié de colegio para estudiar mi diversificado. Colegio solo de mujeres, 4to. y 5to. fueron muy laboriosos, no hubo tiempo de conocer a nadie hasta que en 6to. conocimos a los graduandos del colegio de la par medio de un «correo» de cartas (historia que ya narré en otra historia) y con el chico del correo fuimos novios como un par de semanas, otro delgado, alto y de ojos color miel. Como que me perseguían los chicos de ojos miel, eso fue bueno, para olvidar al de los ojos «negros» de mi niñéz. Vueltas que da el destino...
Llegaron mis últimas vacaciones «escolares», pues el año siguiente iniciaría mi vida laboral y universitaria.
Una de mis amigas insistió que fuéramos a la feria del Parque de la Industria, que ella iría con su novio, entonces le dije que así yo no quería pues haría mal tercio, «tranquila que te llevo a alguien», va pues. Y se aparece con un chavo algo feíto, moreno y colocho pero de agradable sonrisa como de veintitantos años, ¡orale! Dije yo... era la primera vez que salía con alguien que no fuera un chico de «colegio»...y la verdad me sentí muy bien, subimos a los juegos mecánicos, comimos y lo pasamos genial. En la puerta de mi casa me dijo que le había gustado un montón y que si quería ser su novia, ¡vah! Tan rápido pues. Acepté pero al pasar los días me di cuenta que solo fue la ilusión del momento pero tras un par de salidas más, me di cuenta que «nada que ver» como decíamos antes y mejor le dije que ya no.
Frecuentaba la casa de una amiga allá en las últimas calles que quedan por el Cementerio General, de la terraza de su casa se podían ver los nichos y nos poníamos a contar historias de miedo, fantasmas y aparecidos. Esas tardes eran fascinantes.
Un día ella me invitó a irme al puerto con su grupo de la iglesia, «solo si van chavos» le puse de condición. ¡Bien, van los amigos de mi hermano!... Va pues, y todos zampados en un bus hacia el puerto, me tuve que quedar a dormir en su casa pues el bus salía muy temprano.
Era la primera vez en mi vida que viajaba con otras gentes que no fueran mi familia, ya había cumplido 18 años, caso contrario mi papá jamás me hubiera dado permiso de ir.
En todo el camino estuve conversando con los amigos del hermano y hubo uno en particular que me llamó la atención, ojos despiertos, muy animado y molestón, morenito y simpático, cruzamos las miradas y de inmediato «clik» ¡hubo algo!, al llegar al puerto de Iztapa nos instalamos en un rancho, iba gente de todo, adultos, niños, ancianos y nosotros un grupito de jóvenes echando relajo, mi amiga era bien extrovertida y relajera, claro, ella tenía 15 años, yo no lo era tanto, menos con gente que no conocía, pero me sentí en confianza.
Éste chico de inmediato me tomó de la mano y nos fuimos todos corriendo al mar. El día se pasó de volada y por la noche, nos fuimos todos a sentar a la orilla de la playa a platicar «muladas» y reírnos por todo. Al rato dijeron, ¡oigan, vamos a caminar un poco!, él me volvió a tomar de la mano.
Íbamos por la orilla cuando una ola ¡juaz! Que se lleva mi chancheta, él salió corriendo y la alcanzó, cuando se agachó para ponérmela me sentí como la «Cenicienta y su príncipe» y bajo la luna llena con el sonido de las olas del mar, nos fundimos en un tierno beso... A lo lejos los demás nos estaban observando y la «chiviada del momento» cuando todos gritaron en coro «aaaaahhhhhhh»... En fin, regresamos al rancho y la mamá de mi amiga estaba al pendiente y nos regañó. No pude dormir en lo que restaba la noche de estar platicando con mi amiga, yo toda curiosa porque me contara más de él.
Al día siguiente pasamos toda la mañana en el mar...todos fregando y empezado quizás una nueva historia de amor...ya por la tarde de regreso quedamos que saldríamos otro día. Pues un par de salidas después no hubo nada formal y las cosas se enfriaron, nuevamente solo fue la ilusión del momento.
La casa de ésta mi amiga era bien grande, tanto que rentaban una habitación a un par de jóvenes hermanos que eran de Zacapa y trabajaban en la capital. Un día yo que miro por la ventana del cuarto de mi amiga a un chavito flaquito de cabello alborotado que estaba lavando su ropa en la pila. ¡Orale! Me flechó de un solo, y ella toda insistente...¡vení que te lo presento! con botas y camisa de cuadros me cautivó su acento de «oriente» y empezamos a platicar, ese día me acompañó de regreso a mi casa y ambos quedamos flechados.
Salimos unas cuantas veces, besaba delicioso y era muy caballero, pero le rompí el corazón cuando le dije que ya tenía «novio»...no se lo pude decir de frente y como aún visitaba la casa de mi amiga, le fui a dejar una carta bajo la almohada de su cama, me sentí terrible pero era mejor así. Creo que fue la última vez que visité la casa de mi amiga y la última vez que lo ví a él.
Las vacaciones estaban por terminar y habían unos amigos que visitaban a mi hermana y a mi en la casa. Platicábamos, escuchábamos música y entonces noté que el hermano de uno de ellos me daba ciertas «pícaras miraditas», y me dijo un día que lo acompañara a hacer unos mandados al centro. Era un chico de 17 años súper educado, colochito y de agujeros en las mejillas, muy conversador y molestón.
Yo no sabía que yo le gustaba y me dijo que si quería ser su «novia», no me pude resistir porque de verdad, por primera vez me sentía bien con alguien y podía ser yo misma. Yo conocía su casa, a sus hermanos y a sus papás entonces había confianza. Creo que al final, si fue la primera vez que me enamoré. Pero las vacaciones terminaron y el otro año era incierto, él terminaba de estudiar su sexto grado de perito contador y yo, recién graduada de diversificado tenía que empezar a buscar trabajo y hacer trámites de inscripción en la universidad él me acompañó a esas primeras gestiones de mi vida adulta.
En marzo empecé a trabajar y ya estaba estudiando en la universidad, entonces era poco el tiempo para poder vernos, teníamos caminos diferentes y pese a que vivíamos cerca ya nada fue igual y la relación terminó, mi primer corazón roto.
Pero pronto encontré premio de consolación. Ya había alguien coqueteándome en mi primer trabajo, un chico sencillo, muy tierno y detallista...iniciaría entonces una tierna y formal historia de amor que duró más o menos 1 año.
Pero a partir de allí, ya sin otras historias. Los amores de la adultéz que fueron más sólidos, apasionados, formales y locos que se merecen su propia historia. No se si algún día escriba sobre ello, pues me da miedo recordar todas las veces que me rompieron el corazón o yo rompí corazones y esa parte de mi historia quizás valdría la pena ser contada pero con un par de cervezas de por medio, en algún lugar lleno de naturaleza donde quizás pueda gritar, y con amigos muy...pero muy cercanos de toda mi confianza para poder llorar y abrazar.
Hasta la próxima amigos...

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