Mi Abuelita Materna (memorias)


 Ayer hizo una tarde hermosa, y como era sábado le dije por molestar a mi mama: ¡vamos a visitar a la abuelita!... ambas suspiramos y me recordé de aquella época.

Desde que tengo memoria hasta que mi abuelita falleciera (cuando yo tenía 17 años), todos los sábados eran los días de visitar a la abuelita.
De cariño le decíamos Tita. Delgada, cabello corto canoso y muy bien vestida. Trabajaba como secretaria en una entidad gubernamental. Recuerdo que algunas veces la íbamos a traer a su trabajo, que no recuerdo qué nivel era, y mirábamos con mi hermana por la ventana toda la ciudad. Me gustaba sentarme en su silla de metal giratoria y dar vueltas, poco antes de que me regañara. Fueron pocas veces que fuimos pues luego se jubiló y ya estuvo en su casa.
Se había divorciado del abuelo y vivía con mi tío, un hombre simpático, soltero, que le gustaban los niños y nos contaba chistes y hacía bromas.
Ella fue muy inteligente y construyó prácticamente dos casas, una que tenía en alquiler y al fondo un hermoso apartamento donde vivió tranquilamente el resto de su vida. Describiré la casa más adelante.
Este relato me remonta a la época de mi infancia, los días sábados por la mañana mi mamá iba a trabajar al salón de belleza de mi tía, no sin antes encomendarnos a mi hermana menor y a mi los quehaceres de la casa, hacer las tareas y cuidar a mis sobrinos pequeños. Créanme que las mañana se pasaban volando. Al medio día regresaba mi mamá, almorzábamos algo y emprendíamos el viaje a casa de mi abuelita.
Desde la zona 1 Centro Histórico, tomábamos el ruletero de Ciudad Real que iba por el periférico y llegábamos a la Ciudad de Plata en la zona 7. Caminando hacia su casa habían casas con jardines y traviesamente siempre pasaba arrancando una o varias flores para llevarle. Sentía una tremenda emoción cuando ya íbamos llegando. Había un arbolito distintivo en la calle.
Y aquí empieza la aventura. En la entrada de la casa aparte de un gran lugar lleno de pasto donde sería nuestro lugar de juegos más tarde, había un caminito muy hermoso lleno de flores, las que vienen siempre a mi memoria son las begonias rosadas. Cada vez que veo esas flores, siempre viene ella a mi memoria. Del otro lado había un arbusto enorme lleno de unas flores rojas que no recuerdo el nombre, que se les puede chupar el néctar teniendo cuidado de no tragarse alguna hormiga.
Por fin llegábamos a la puerta de metal color café o beige no recuerdo y tan contenta salía a recibirnos. Su casa siempre limpia, ordenada, con grandes ventanas, pequeña y muy acogedora estaba lista para que pasáramos una tarde muy feliz. Al rato llegaban mis tías, mis primas y lo pasábamos genial. Salir a jugar a ese gran pedazo de grama, o al patio donde había una pared de bloks que separaba el patio de la otra casa era todo un desafío para poder trepar hacia arriba y sentarnos en lo más alto. Quién sabe cuántas veces nos raspamos los brazos o las piernas por andarnos encaramando allí.
Al rato llegaba también mi hermana para recoger a mis sobrinos.
Tenía una radiola donde se ponían LP´s. (Discos de acetato), pero rara vez los ponían porque no le gustaba mucho la bulla. Dice mi hermana que tenía un disco de ejercicios y que por las tardes se reunía con sus vecinas para hacerlos. Le gustaba mucho hacer ejercicios, sin duda eso no le heredé yo.
Podría narrar muchas historias, las veces que nos quedamos a dormir, la vez que mi tío tuvo un accidente y estuvo enyesado desde el pecho hasta los pies y las veces que cuando ya fuimos adolescentes, hicimos amistad con todos los patojos de la cuadra porque ponían una cancha de basket ball y fue genial. No tuve ningún novio, pero valió la pena esas tardes de platicadera y fregadera.
Ha, pero lo que vale la pena narrar en un párrafo aparte, es que en esa cuadra hay un "cerrito", subirlo era una aventura y ver la ciudad desde arriba, o lo atravesábamos por la orilla para ir ala cuadra de atrás a comprar el panito.
" Vengan a comer patojos" decía mi mamá o mi tía. Era la hora de la redacción tipo 4 de la tarde. No faltaba el cafecito Incasa, los panitos con frijolitos volteados y lo que más me fascinaba ¿adivinen?... Mantequilla "La Carmelita", o fresco de Tang de naranja. Todos a comer y eso era genial, después a seguir jugando mientras la abuelita se fumaba su cigarrito con mis tías y mi mamá. Si que fumaba como chimenea la viejita.
Mis hermanos mayores tienen muchas historias pues estuvieron con ella más tiempo.
Pero vale la pena destacar una de ellas. Mi hermano en una ocasión tuvo una bicicleta y se fue a visitar a la abuelita, antes de llegar se le pinchó la llanta y tuvo que dejar allí la bicicleta para poder repararla otro día. Cuando volvió a llegar, buscó la bicicleta por toda la casa y no la encontró. " ¿Abuelita no vio mi bicicleta que había dejado allí?... Le preguntó. Hay mijo, vinieron los de la basura y les dije que llevaran todo lo que encontrarán en el patio, y zas!! Se fue la bicicleta.
Detrás de la casa había un patiecito donde estaba la pila, y se podía ver el horizonte pues en esa cuadra las casas que están atrás están en un nivel más bajo, por eso había mucha luz y creo que ha sido la única casa donde me gustaba lavar trastes.
Era muy activa, le gustaba cocer crochet, coser en máquina, cuidar sus plantas y levantarse muy temprano y mantener su casa nítida. Hasta el día que falleció. Me hubiera gustado compartir aún más con ella, espero que el día que me muera me venga a traer. Entre las herencias me tocó a mi su ropero y su cajita de música que mejor se la di a mi hermana mayor.

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