Miedo


Luciana era una chica fresca y sonriente, había vivido una vida normal y a sus 25 años estaba lista para comerse al mundo con su título universitario ganado y un trabajo estable como asistente de recursos humanos.

 Nada podía detenerla y estaba tan enamorada de su prometido Gabriel, un treintañero amante de la naturaleza, trabajaba en el departamento de investigación en el zoológico de la ciudad, por lo que Luciana tenía libre acceso para visitar los animales cuando quisiera, los tigres su fascinación.

 Un día Gabriel tuvo un fuerte dolor de cabeza y fue trasladado de emergencia al hospital.  Tras varios exámenes el diagnóstico fue cruel, un tumor cerebral, terminal y sin oportunidad de cirugía.  Ambos estaban devastados.

 Luciana se armó de valor y cuidó a Gabriel hasta el final, con amor y dedicación.   Ella siempre había tenido el temor a la "enfermedad", y ahora se le había presentado de una forma que jamás imaginó.  

Había pasado un tiempo y el día de los enamorados ella quiso visitar la tumba de Gabriel, le llevó flores, unos chocolates que eran sus favoritos y un libro de poemas finamente armado de forma artesanal. 

Pasó largo rato sobre la tumba leyendo los poemas que ella escribió, aunque las palabras se escuchaban entre cortadas de tanto llorar.  Tras un fuerte viento se le acercó un niño pequeño como de 5 años. Conversaron un rato mientras le compartía los chocolates.

 Ella vio para todos lados para tratar de encontrar gente y llevar al niño con sus familiares, pero todo estaba desolado. 

Entonces lo tomó de la mano y le dijo que lo llevaría a la oficina para que buscaran a sus padres.

En el camino el niño le dijo que no estuviera triste, que nuestra alma era inmortal y que del lugar donde él vivía no había enfermedad ni dolor.  Luciana sintió un escalofrío en el cuello y la espalda y se le cayó el libro de poemas. 

Se agachó para recogerlo y de pronto el niño ya no estaba.  Lo buscó por todos lados cuando levantó la mirada y ve una fotografía en una tumba, exactamente igual al niño.  Esa imagen se quedó en su mente pero a la vez la tranquilizó. 

Ahora cuando visita la tumba de Gabriel, pasa dejando un juguete en la tumba del niño que le dio consuelo y fortaleza.

El mundo espiritual es misterioso se decía en su mente todo el tiempo.©

Claudia Bermúdez W. (Armonía)

Abril 2020


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