La Carta


 ¡Miserable!, ¡Miserable! Gritó Justina mientras se miraba la espejo, lanzándole un frasco de perfume para que éste se rompiera en mil pedazos. 

 Ella, con las emociones a flote, enojada consigo misma, con la vida, con Dios tomó sin más su cámara fotográfica la metió en su cartera, sus lentes de sol y salió azotando la puerta como "alma que se lleva el viento".

Ya más calmada llegó a orillas del río cercano a su casa, colocó la cámara en su trípode e hizo un paneo para buscar el mejor ángulo.  Programó el disparador automático en diez minutos mientras totalmente desnuda se metió al agua y abriendo los brazos flotó sobre la superficie, entrecerrando los ojos para que el sol no la molestara.

Tras accionarse el disparador en modo de " vídeo", empezó a repetir en voz alta, las últimas líneas de aquella carta que enviaría a su marido quién según ella, se encontraba de gira de trabajo por Madrid...

...Decirlo por teléfono sería muy vergonzoso, no podría hacerlo, así que te escribo éstas líneas sin más.  Sabes que te amo, pero ya no podemos seguir juntos, ésta situación de "amor de lejos" ya no me es suficiente, ya no puedo más, dos años han sido un tormento y otro año más no lo podría soportar.  Así que espero me comprendas pero ya no deseo continuar con los planes que algún día escribimos en aquel viejo álbum de recuerdos.  Toma tu camino que yo, con mis ilusiones rotas, construiré sueños nuevos, quizás sola, o con alguien que quiera seguir mis locuras, pero no aquí, quizás allá, quizás en el más allá, me da igual...

Se quedó un buen rato flotando en el agua hasta que el grito de un ave la asustó, se había sumido en un transe que la había relajado tanto hasta que casi dormitaba.

Volvió en si, se vistió, tomó su cámara y regresó a su casa.

Se arrepintió de haber roto su espejo, pero no de lo que había escrito en aquella carta. Se dirigió para depositarla al correo y se dio cuenta que no existía ningúna oficina postal.

  Un tanto aturdida, subió a su bicicleta y regresó a su casa.  En el camino se encontró con su mejor amiga Amanda, al explicarle todo, Amanda decidó acompañarla a su casa.

Cúando llegaron le dio un te de tilo, la acostó en la cama y al ponerle la frazada le dio un beso en la frente y le dijo:  —descansa amiga, con el tiempo lo superarás.

Amanda se quedó un rato hasta que Justina se quedara dormida mientras observaba con tristeza la caja de cenizas del esposo de su amiga, hacía dos años que había fallecido y Justina no lograba superarlo.  Era tiempo de internarla en una clínica para que le pudieran ayudar en su duelo.©

Claudia Bermúdez W. (Armonía)

Julio 2020

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