Una Historia de Colores (microrelato)

Los crayones decidieron ir de excursión a un día de campo; ya llevaban mucho tiempo encerrados en la caja. Se escondieron en la parte trasera del auto de la familia y aprovecharon el viaje. En el camino el Gris y el Negro no aguantaron el calor y con nauseas decidieron mejor esperar a los demás en el auto. El Blanco, quién era noble y puro, decidió quedarse a cuidarlos.

Violeta tomó de la mano a Naranja y juntas se fueron a dar un chapuzón al lago, ellas eran las mejores amigas. Café estaba enojado, no mucho quería ir a pasear, de pronto se quedó viendo a unas hormigas que caminaban en fila por el sendero y decidió seguirlas. Celeste, maravillada por tener el mismo color del cielo, se tiró en el pasto y se quedó viendo formas en las nubes.

El tiempo trascurría y Verde, Rojo y Amarillo se pusieron a jugar pelota. De pronto, todo se oscureció y los truenos escandalosos asustaron a todos, se avecinaba una gran tormenta. Todos corrieron al auto para resguardarse. Cuando llegaron se percataron que Azul y Rosa no habían llegado. No podían irse sin ellos. Entonces Rojo quién era el más valiente decidió irlos a buscar.

Empezaba a caer las gotas de lluvia, todavía se podía ver. Buscó debajo de las piedras donde lo asustó un par de escarabajos. Se subió a unas flores y las abejas lo espantaron. Le preguntó al señor colibrí, pero nadie los había visto.

Ya cabizbajo decidió darse por vencido y regresar antes de que el aguacero se pusiera muy fuerte. Cuando pasó por una ceiba, notó que alguien le gritaba: ̶— ¡Rojo, Rojo!, por aquí estamos. Estaban atascados en un charco de lodo y no pudieron correr. Finalmente llegaron todos al auto, asustados regresaron a casa. Azul y Rosa se habían apartado del grupo porque llevaban varios días de romance y se embobaron al ver a una chicharra que estaba dando serenata. 

Pero la verdad, la chicharra no estaba dando serenata solo quería que la lluvia llegara y Marcelo, el nene de la casa, dejó de dibujar. ©